No será magia
Por Santiago Costa
La devaluación permanente de la economía macrista no hace más que desgastar el poder político y la imagen de un presidente (-22,7%) con cada vez menos opciones. El 2019 empieza a quedar grande y se acerca, pero antes de llegar a octubre «hay que pasar diciembre».
Aquellos votos perdidos por Cambiemos no eran suyos, sino prestados por el balotaje. El treinta por ciento de independientes desmienten la grieta y balancean el tobogán electoral. Cambiemos no los reencontrará, aunque llore y lo aplauda toda la playa mediática.
Votos que tampoco volverán arrepentidos sin más a las faldas del kirchnerismo. Por contradictorio que suene, esos votantes no quieren a Macri, pero menos a Cristina… y son la arcilla con la que se trabaja.
Cambio con sentimiento
A fines de 2017 se creía que Mauricio Macri podía reelegir caminando y ese escenario hoy ya no existe. El presidente quedó desangelado por la devaluación permanente y su humillante retorno al FMI. El ajuste ofrecido en esos términos, enfrentó a los gobernadores con la Casa Rosada, achicando su grilla de aliados.
La oportuna aparición en escena de los desprestigiantes cuadernos gloria es la tabla a la que se aferra hoy un oficialismo náufrago en un océano económico de incertidumbre y temor.
Cambiemos buscará sobrevivir en su continuidad y la realidad le impone jugar la carta ganadora. María Eugenia Vidal sigue siendo (a pesar de todo) la dirigente con mejor imagen y la única con saldo positivo (+6%). Todo un «cambio con sentimiento», aportando el corazón que le faltó al hombre.
Mauricio Macri necesita abrir el juego en dos direcciones, que pueden ser la misma: a los socios radicales y a sus gobernadores. Un vicepresidente radical bien visto fuera de su provincia como el jujeño Gerardo Morales o el mendocino Alfredo Cornejo, cierra alianzas partidarias y regionales (Centro-Cuyo/Centro-NOA). ¿Podrían construir un relevo que les garantice preservar su provincia?
Desunión Ciudadana
El kirchnerismo -que condiciona al peronismo federal, pero no lo conduce- tiene una trampa ante sí. Por ver cumplida su profecía económica, cree que se cumplirá sin más su profecía política. En su manual, todos los votantes que estafó el macrismo volverán desengañados a Cristina.
No solo los gobernadores, intendentes o sindicalistas no parecen ir en esa dirección, sino que muchos ex votantes de Cambiemos hoy dicen «Macri no, pero Cristina tampoco». ¿Qué hacer?
Tal vez el incesante deterioro de la economía macrista logre reducir la imagen negativa de Cristina. Para Poliarquia, su imagen positiva subió en agosto dos puntos (30-32%) a nivel nacional y siete puntos en el conurbano.
Según M&R Asociados/Querry Argentina, Cristina (30,5%) se impondría a Mauricio Macri (28,7 %) en primera vuelta y también en balotaje. Pero también Sergio Massa se impondría a Macri en un balotaje y ninguno compite allí contra Maria Eugenia Vidal. Poliarquia le da a Cristina un piso de intención de voto del 25%, pero sin chances de ganar en ballotage.
Aunque los fueros senatoriales amparen a Cristina hasta una improbable condena en segunda instancia, aún quedaría por ver «el armado». Cómo articular alianzas con gobernadores que miran a Unidad Ciudadana con sorna.
Miguel Ángel Pichetto -el «secretario general del sindicato de gobernadores»- no tiene votos propios, pero representa como operador estructuras provinciales indispensables del movimiento peronista. La fantasía kirchnerista de conducir los votos prescindiendo de los dirigentes es apenas eso, más aún fuera del poder.
La unidad solo es posible cuando la palabra «traidor» es innombrable. Reconocer correlaciones de fuerza territoriales es la buena voluntad necesaria para sentarse a negociar a la mesa de un peronismo entero, donde ganar implica dejar algo en la mesa. Una buena negociación es una gran alegría, con algo de dolor.
Dos meteoritos -que no son planetas como creen, pero pueden extinguir la vida- como Hugo Moyano y Sergio Massa, con la fracción de prestigio y poder que ambos detentan, pueden condicionar el éxito de un proyecto electoral exitoso.
¿Aceptará Hugo Moyano a su edad que Camioneros sea parte y no conducción de una CGT en la que fue jefe? ¿Saldrá Sergio Massa de esa encerrona electoral en que la gobernación de la provincia de Buenos Aires le queda chica y la presidencia, grande?
Los gobernadores no perdonan a Massa haber sacado los pies del plato del PJ y siguen creyendo que tiene que «hacer la escuelita», que no se pasa de intendente a presidente sin ser gobernador. Pero los millones de votos massistas siguen dañando la unidad del peronismo. Es hora de sintetizar.
El espejo de Lula
Lula lidera la mayor intención de voto para las presidenciales en Brasil, pero está preso e imposibilitado constitucionalmente para presentarse. Si finalmente Lula no pudiera presentarse como candidato, su desafío es construir un candidato y lograr que por lo menos el ochenta por ciento de sus votantes voten por su delfín. Ese voto hoy se dispersaría.
Sin suponer la prisión de Cristina, un escenario en que ella no gane en el balotaje plantea la misma pregunta. ¿Es preferible morir con las botas puestas en el balotaje o desalojar el proyecto Cambiemos de la Casa Rosada aunque se pierda un zapato en el camino?
Según Synopsis, el espacio opositor (52,3%) posee mayor intención de voto que el oficialismo (32,8%). Entre los opositores están el kirchnerismo con (30,2%), el Peronismo Federal (10,7%) y el Progresismo con un 7,8% fragmentando el voto.
¿Cómo hacer para sumar al peronismo no kirchnerista e indecisos reteniendo al kirchnerismo?
Reconstruir con las manos limpias
Partir del anhelo mayoritario del momento -expresable en una consigna-, atendiendo a las estructuras que deben articularse para su realización, tal vez permita captar y sintetizar la necesidad política del momento histórico.
La angustia económica -desempleo, inflación- predomina entre los votantes. Creen mayoritariamente que el kirchnerismo (y el macrismo) son corruptos. Más de la mitad cree que Cristina es culpable de lo delitos que se le imputan.
¿La reconstrucción del bienestar económico kirchnerista es más inclusiva si es realizada por alguien inmaculado?
Una vez negociadas las listas de legisladores nacionales ¿Qué vicepresidente se le puede pedir a los gobernadores?
Para quebrar políticamente a la pampa húmeda -espinazo electoral de Cambiemos-, un buen vicepresidente sería el cordobés Juan Schiaretti (segundo gobernador mejor visto fuera de su provincia), pero siendo un gobernador de peso, el puesto le queda chico. ¿El senador santafesino Omar Perotti aceptaría ser vicepresidente en lugar de gobernador?
Los nombres importan poco si no expresan los sectores que deben articular y los márgenes de adhesión -y de no rechazo- que logren suscitar para la acumulación electoral de un espacio que busque imponerse a Cambiemos en las elecciones.
Ganar no será automático, porque en política con tener razón no alcanza. Será una construcción trabajosa, negociando egos, articulando espacios, resignando purismos ideológicos y hasta cintas de capitán A.
Todos somos el sapo de alguien.